La necesidad de mirar los sectores postergados para poder cerrar las brechas de género y lograr una sociedad más igualitaria.
Desde hace algunos años la problemática de las mujeres en la sociedad argentina ha tomado un foco central en la vida, sobre todo en el panorama político y económico. Sin embargo, todavía quedan varias cuestiones que resolver para poder lograr la equidad de género. La economía feminista, a pesar de ser la economía la última ciencia social que incorporó la perspectiva de género en su análisis a partir de la década del ’90, pone el acento en el papel fundamental del trabajo de cuidados para la reproducción social, enfatizando las desigualdades económicas en términos de accesibilidad y permanencia en el empleo y la disparidad de ingresos. Creemos que para cerrar las brechas de género debe mejorarse las condiciones de infraestructura, de ingresos, y de empleo de toda la población, destacando que las mujeres somos mayoría en los sectores excluidos.
Contextualizando el mundo en el que vivimos, la sociedad capitalista se organiza bajo la estricta división social del trabajo y la capacidad de toma de decisiones de los agentes maximizadores, que seríamos cada unx de nosotrxs. En estos términos, el empleo se convierte en el recurso principal o único para garantizar las vidas posibles de las personas. ¿Qué tiene de particular esto? Que el empleo es aquel trabajo socialmente reconocido que se realiza en el mercado y tiene una remuneración por su realización. Sin embargo, para garantizar que este se pueda realizar, debe existir otro tipo de trabajo, que a pesar de ser no reconocido y no remunerado, juega un rol fundamental en el desarrollo del sistema económico y genera valor en sí mismo: el trabajo reproductivo y de cuidados realizado en los hogares.
La particularidad de este trabajo es que también segrega a una parte de la sociedad a partir de la característica biológica de las mujeres de parir y amamantar, generando una división sexual del trabajo, que no es más que la expresión de las relaciones de género en el ámbito de lo económico. Esta característica queda plasmada cuando vemos la información de las Encuestas de Uso de Tiempo: tomando el dato para la Argentina (tercer trimestre, 2013) vemos que mientras las mujeres dedican un tiempo promedio de 6,4 al trabajo no remunerado, los hombres sólo lo hacen en un promedio de 3,4, lo cual deja en evidencia sobre quiénes recae la responsabilidad del cuidado en nuestra sociedad. Somos las mujeres quienes tenemos que afrontar una doble jornada de trabajo.
El trabajo de cuidado le dificulta, por poner una palabra, a la gran mayoría de las mujeres la posibilidad de insertarse en el mercado laboral. Una de las razones por las que esto ocurre es la incompatibilidad entre el tiempo de trabajo en el hogar con el trabajo en el mercado. Entendemos como cuidados el concepto que de forma integral comprende la relación de interdependencia de las personas que dan cuidados y los reciben también; y aparte del trabajo doméstico incluye el trabajo reproductivo, aquel necesario para reproducir la fuerza de trabajo tanto presente como futura. Asimismo, aparece una nueva dificultad cuando una mujer busca/encuentra empleo, ya que existe una sobrerrepresentación femenina en las áreas vinculadas al cuidado (salud y educación) o al trabajo doméstico, trabajos cuyos salarios son los más bajos del mercado, mientras que a aquellas que no se ubican en dichas áreas les es prácticamente imposible acceder a cargos de jerarquía que, paradójicamente, son los mejores pagos.
Si partimos de esta base y llevamos este foco a aquellos sectores más postergados, podemos ver cómo estas desigualdades se reproducen en la misma línea que en el resto de la población y, hasta en ciertos puntos, se profundizan. El Observatorio de Géneros y Políticas Públicas reveló a principios de este año 2020 datos estadísticos del Registro Nacional de Barrios Populares (RENABAP). El relevamiento permitió contabilizar 4.416 barrios populares en el territorio nacional, donde viven aproximadamente 4 millones de personas. Es de destacar, que donde se obtienen la mayoría de la información pública sobre ingresos y pobreza vienen de la EPH y la misma se realiza sin contar estos barrios populares. No obstante, es información que debe tenerse en cuenta si se pretende realizar un diagnóstico y una política pública con objetivos sensatos en términos de crecimiento, bienestar y desarrollo.
Según el OGyPP, la tasa de desocupación en las mujeres en barrios populares es del 20% (RENABAP) mientras que la EPH (2019) es del 11%, que también es más alta que la tasa de varones para la misma encuesta. Dentro de las mujeres que trabajan, el 54% no está registrada, de los varones el 56% (RENABAP). En la EPH, que no discrimina este dato por género, alcanza el 35%.
Cuando la economía feminista habla de brechas se refiere a la diferencia en el acceso al empleo y al nivel salarial de las mujeres en contraste con los varones. La tasa de actividad, que es población con empleo o desempleada pero que busca activamente sobre población en edad para trabajar, es de 38% para mujeres (52% según EPH) y 80% para varones (RENABAP). La tasa de actividad extremadamente baja, según la economía tradicional, puede explicarse una parte por “el trabajador desalentado” pero si observamos cómo achica la misma en los barrios populares respecto la EPH y asimismo entre mujeres y varones, los datos pueden revelar otros fenómenos. El trabajo de cuidados lleva tiempo y esfuerzo y si estas cualidades de la persona no se destinan al trabajo en el mercado las posibilidades en el mismo se van cerrando. La demanda de tiempo del trabajo de cuidados resta horas que podrían dedicarse a trabajos full time, prácticamente los únicos bien pagos, o a adquirir las herramientas y experiencias para acceder a uno. Así, las trayectorias laborales de las mujeres se ven interrumpidas por la cargas de cuidados y de manera desigual en los distintos contextos socio económicos.
Fuente: Elaboración del Observatorio de Géneros y Políticas Públicas desde datos del RENABAP y la EPH.
Respecto la población con trabajo, el OGyPP revela que el 34% de las mujeres trabaja sin ingresos, mientras que los varones sólo el 1% está en esa situación. En la estimación de la EPH, trabaja con ingresos 46% de las mujeres y el 66% de los varones; en contraste, el RENABAP indica 31% y 71% respectivamente. Esto quiere decir que la brecha entre varones y mujeres se duplica en los barrios populares.
Reiteramos que existen puestos de trabajo feminizados y una “jerarquización” de los mismos que impactan en las brechas de género, sea en términos de ingresos como en calidad de los mismos. Si miramos esto último, según el RENABAP sólo el 10% de las asalariadas está en blanco mientras que el 24% de los varones está en esta condición. Para el 34% de las mujeres que viven en barrios populares la ocupación más relevante corresponde a las tareas fijas en el hogar y sin sueldo. El 9% de las mujeres se encuadra en la categoría “Trabajo Independiente, Familiar, Cooperativa, Programas Sociales”, mientras que el 17% de los varones se desempeñan en la construcción, la venta en la vía pública, cartoneo, carreros y afines; en el caso de las mujeres que se dedican al trabajo independiente e informal, lo hace fundamentalmente en actividades de comercio barrial, tareas comunitarias y participación en programas sociales. Esto indica que existe segregación por género en el tipo de actividades que desempeñan, los varones las ligadas a lo productivo y los oficios, que generan un ingreso usualmente mayor, y las mujeres las vinculadas al quehacer comunitario.
Hay que agregar que de estos barrios el 64% no tiene acceso formal a la red eléctrica, 98% no tiene acceso formal a la red cloacal, el 99% no tiene acceso formal a la red de gas natural y el 89% no tiene acceso formal a la red de agua corriente. La posibilidad de efectivamente resolver los cuidados dentro de los hogares en gran medida depende del grado de tecnología que se maneja en cada uno, por lo que cuidar en estas condiciones se convierte en una tarea más difícil y eso podría explicar que para el 34% de las mujeres que viven en barrios populares la ocupación más relevante corresponda a las tareas fijas en el hogar y sin sueldo mientras que este dato, para la EPH, es del 14%.
Los datos son contundentes: las dificultades que ya les presentan a las mujeres en la economía en general, sólo se agravan si ponemos la mirada en los sectores más pobres. De esta forma, se vuelve necesario que los debates coyunturales no sólo tomen una perspectiva de género que sea tajante y tiendan a cerrar la brechas de forma general, sino también apelar a la interseccionalidad y reconocer que, a mayor cantidad de derechos faltantes, las políticas que tiendan a abordarlos son de carácter urgente. La necesidad de una agenda política que trate los problemas de la economía desde una mirada feminista y, sobre todo, popular, es un camino necesario para poder lograr la igualdad de género y una sociedad más justa.
Nota de las autoras: Viene al caso comentar la poca representación de las mujeres en cargos públicos importantes, a pesar de la avanzada popular del gobierno actual, y destacar que para no continuar reproduciendo la misma lógica que nos trajo hasta acá, es fundamental garantizar los derechos y libertades de todas, todos y todes ♥.
Podes leer el informe completo del Observatorio de Géneros y Políticas Públicas acá.